Si les dijera que este rótulo colgaba de las puertas de la esquina del que fue el mejor cabaret de Europa en Ávila; ciudad que fue capital mundial de las varietés y el teatro de revista, allá mitades de los cincuenta, seguramente pensarán que soy persona dada a inventar fantasiosos relatos que poco o nada se ajustan con la realidad.
Ávila, ciudad amurallada que resistió de manera numantina los envites moriscos, no pudo resistirse a los encantos de las bellas vedetes Parisinas, ni a las veleidades de nuestro protagonista; Don Rodrigo de Miranda: canalla, solterón impenitente, vago, lujurioso, frívolo, mal jugador, peor perdedor y pésimo tenorio; no era si no el hijo torcido de los Miranda-Colmenar; una de las mejores familias de Castilla. Rodrigo, ya cuarentón, al que las canas avezaban y su tez descolorida delataba sus noches de tropelías y vicio, era muy consciente, que ser abogado del Estado daba muchos quebraderos de cabeza y a sabiendas, que a él lo que le gustaba era el jolgorio, el dislate y la juerga; resolvió dar un giro copérnico a su destino y abrió lo que entonces fue el mayor teatro musical de Europa en la Calle Damas de Ávila. Pronto se vio pasear por el Casco Viejo a descocadas y risueñas jóvenes galas, exóticas bailarinas de Fidji, esculturales y misteriosas danzarinas de Eritrea, y a forzudos e inquietantes bailarines de facciones balcánicas, ante las ruborizadas señoras castellanas.
El teatro contaba con el mejor cuerpo de baile de Europa, fabulosos e imaginativos números de revista, las actuaciones más picantes y las vedetes más libertinas y descaradas del Continente. Tal fue el grandioso éxito del Cabaret Miranda, que los célebres teatros de París empezaron a perder lustre y aforo, en favor del teatro abulense. Ante la fatídica situación los desairados empresarios de Pigalle trasladaron sus enérgicas quejas y descontento a la Cancillería Francesa, la cual hizo eco del descontento a su homólogo Gobierno Español, el cual dio noticias al Gobernador Regional de entonces, que a su vez, se lo hizo saber al Exmo. Alcalde, que finalmente dio la aciaga noticia a Don Miranda: —Estimado Rodrigo; urge que cierres el teatro o el Gobierno Francés amenaza con hacer boicot total a la economía de nuestra Nación. Espero entiendas que no tengo otra opción y que el Ayuntamiento no te renovará la licencia— Dijo con amargura el alcalde a Miranda. Este, cariacontencido y embargado por la tristeza cerró las puertas del célebre cabaret, que tantas alegrías dio a la ciudad. Las reacciones ante tal agravio no se hicieron esperar: se convocaron huelgas, tumultuosas manifestaciones, alborotos espontáneos en cualquier esquina, hubieron múltiples detenidos y se cometieron numerosos actos vandálicos. El tiempo que duró el conflicto se hizo un plante total a cualquier cosa que pudiera parecer francesa: se dejaron de consumir brioches, croissants, se arrancaron los tabliers de los coche, la gente dejo de hacer repris, bricolage, collage, decoupage, vernissage, se quemó el papel couché, se cerraron los bulevares… La noticia ocupó los titulares de las portadas más influyentes de la prensa mundial. Finalmente las protestas cesaron, y esa vez ni las firmes y cíclopes murallas pudieron contener el poder de los intrigantes y oscuros intereses francófonos.
El bueno de Miranda busco fortuna en la Ciudad Condal, donde se instaló en una cuca y bohemia buhardilla de la Avenida Paralelo; fue en esta famosa calle donde coincidió con otras perlas de la farándula y las varietés, y no tardó en montar su propia agencia de representación para artistas del cabarete y la revista. Al poco, ya representaba a famosas artistas de la talla de Carmen de Lirio, Tania Doris y Luis Cuenca, Yvette René, Mary Mistral, y un largo etcétera de bellas vedettes.
Hasta hace poco, aún se le oía dar voces a altas horas de la madrugada y trazar largas eses por las Ramblas.
—¿Alexis…?
—Dime…
—Esto es mentira, te lo acabas de inventar, y lo disfrazas con datos precisos, para darle tintes de verosimilitud a la historia.
—¿Y…?
—Pues que es mentira.
—Que manía tenéis algunos, con que si es mentira, con que si es verdad… ¿qué más os da, si la ficción es más interesante que la realidad? O acaso no hubiera sido genial que Ávila hubiera tenido el mejor cabaret de Europa, ¿eh…?
Cabarete con Vedetes
Letrero luminoso
Ávila, 1.953
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